Había una vez una pequeña chica que vivía dentro de una burbuja a la deriva en una bañera. Nunca salía de su burbuja, tan solo para sumergirse en el agua desde la misma, en busca de cachitos de jabón perdidos en las profundidades de la bañera que le servían como alimento.
Para esta chica el mundo era de colorines cambiantes, como es lógico si vives en una casa hecha de jabón. Muchas veces se preguntaba qué habría al otro lado de las finas paredes, pero nunca se atrevía ni a imaginar salir de allí.
Un día, teniendo pesadillas, la chica rasgó con sus pequeñas uñas la delicada capa de jabón e hizo que la burbuja explotase. La muchacha se despertó sobresaltada y se sumegió en el agua sintiéndose insegura como para escapar al exterior, pero no fue capaz de aguantar la respiración por mucho tiempo, así que salió a la vida real. Descubrió que el mundo no era de colores como ella pensaba, lo cual le extrañó de tal forma que frunció el ceño y puso los ojos como platos horrorizada.
Por la necesidad de pisar suelo firme comparable a su burbuja, la chica escaló con dificultad las paredes de la gran bañera llegando a su cima. Lo que rodeaba a la bañera era un gran prado lleno de flores, a lo lejos se veía un río lleno de peces de colores y cerca de donde ella se hallaba se veía una pequeña casita adecuada a su tamaño.
De la gran sorpresa, la chica resbaló, calló en el agua y se quedó un buen rato allí dentro haciendo el muerto y pensando que hacer con su vida, pues se había alborotado completamente el mundo que ella conocía.
¿Qué hizo la pequeña chica? Lo que decidió fue ir en busca de un pedacito de jabón del fondo de su bañera y crear otra burbuja, en la que vivió para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario